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Danier Delgado Mata.
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octubre 30, 2024 a las 3:43 pm #1881
Danier Delgado Mata
ParticipanteEl niño pregunta ansioso si continuará lloviendo. Hoy por la mañana le han hecho levantar a fuerza, ha comido un pan y miel, café a sorbos y rápidamente le sacaron de casa para montarlo en un viejo tren color azul, una mole ante sus ojos. No ha tenido elección, solo se le ha pedido obedecer y portarse bien, le han dicho que el lugar es lindo y además es casa de tía Di….
Hace horas que el tren avanza por entre montañas y sobre ríos, ya no es tan divertido, la lluvia que inicio hace una eternidad no deja ver el paisaje. De pronto nuevamente a fuerza le despiertan con un fuerte hemos llegado, ¡¡¡bajemos!! todo es agua, media tarde, pero ya es oscuro o tal vez la lluvia así lo hace ver… el hombre alto camina hacia ellos, besa a la tía y le pregunta si ha traído esto y lo otro, mira al pequeño con cierto tono de lástima o resignación. Caminan por mucho tiempo, ya no se escucha la gente ni el tren, solo el atorrante murmullo del agua cayendo. El niño no sabe a dónde va, tampoco ha pedido salir de donde estaba, porque debe caminar entre lodo, ¿pozos de agua y maleza? otra vez el grito de camine rápido que si oscurece le dejamos botado y algún animal le comerá, ojalá eso sucediera es el primer pensamiento, el lugar no promete nada ya que el frio entume el cuerpo y el alma, ¿qué niño pediría un paseo así?
La lluvia continúa, ya van varios días y solo conoce la vieja casucha de madera, sin color y con aspecto de abandono, el piso de abajo donde anidan las gallinas y los perros ya es el segundo día con la misión de ir por los huevos, si es que quiere comer le han dicho.
Luego de muchos días al fin un rayo de sol y la oportunidad de ver algo más, la casa y su color sin color ya le cansa. Corra, pero que corra no lo esperamos si quiere ver algo pues muévase, no ve que no sabemos si lloverá otra vez y hay mucho por hacer en poco tiempo, le dan algunas cosas para cargar, por su tamaño no es mucho lo que sus brazos abarcan y soportan, pero da igual le han dejado claro que si o si debe cargar o mover lo que se le pida. Aunque han caído mares de agua, deben “jalarla” desde el pozo, una bomba manual como de su tamaño es el mecanismo que ha de accionarse y las manos pequeñas y blancas del niño han perdido la batalla, ni un balde se ha completado por lo que con un palo grande el tío le ha dejado claro que aprende a no ser inútil o se acostumbra al garrote. El niño no responde.
Otro día sin lluvia y toca ver el corral lleno de vacas, el olor y el sonido quedarán sellados en los recuerdos, tan fuertes y groseros que no habrá forma de sacarlos de allí. En ese debate un enorme animal relincha fuerte muy cerca, al otro lado de un barandal, los peones a risotadas murmuran que el diablo hoy anda de poco humor, que seguro como hay hembras en celo y encerradas ha de conformarse con el aroma. El niño no comprende el relato. Pero ese animal le causará más de un sobresalto he incluso le enseñara cosas prohibidas según le han gritado burlonamente.
Todo es barro, insectos y regaños no hay hora que no sea de miedo, incluso cuando dijeron que la otra semana iría a la escuela.
Muy temprano de camino hacia ese lugar, todo le parece desconocido. Pero en realidad así es, caminando sobre la línea del tren pasa por diversos lugares que son símiles entre sí, pero cada uno es como un mundo propio. El enorme potrero con lagunas de agua, vacas regadas por todos lados y que han creado caminos hondos en el barro, matas de plátano a por cientos y árboles gigantes en otras partes. De pronto le dicen llegamos, el lugar es pequeño con pupitres viejos y sillas roídas. Le preguntan el nombre y de donde es, solo sabe decir el nombre y no recuerda de donde viene, nadie le enseño como llaman al lugar de su casa, solo vivía en un sitio luego le montaron en un enorme tren azul y ahora duerme en una especie de rincón en una casa sin color y hoyos en el techo, con una gente que dice siempre que debe obedecer si no le echan fuera a que le coman los animales o un negro grande y que huele feo le lleve. ¿Entonces de donde dirá que proviene, a donde pertenece?
El niño aún no recuerda si en esa escuela logró aprender, solo recuerda a otros niños muy grandes, muy negros y de enormes ojos, además que hablaban extraño, no entendía sus palabras y por eso fueron días silenciosos, también no contrastaba porque su cabello y piel eran claros, de hecho, era el único así, solo algunas veces le hablaban y le sonreían, pero fueron escaso esos días.
Cuando el niño viaja a esa época, puede sentir la textura del cacao en bandejas de madera, recuerda lo difícil que era moverlo con grandes herramientas de metal, recuerda el sabor y aroma que dejaba en la piel cuando era cortado del árbol, recuerda ir en busca de los huevos si es que quería comer como le dijeron, recuerda los viajes a ese lugar callado de niños grandes, recuerda al hombre muy grande muy negro y muy alegre que en un viejo caballo llegaba a ofrecer carne, recuerda los días de lluvia eterna, recuerda la lucha con la enorme bomba de agua y recuerda el sonido del garrote cuando rebotaba en su espalda por ser un inútil flacuchento sin fuerzas, eso le habían dicho, recuerda el pan de harina y manteca, recuerda el caballo grande y negro corriendo el potrero, recuerda el sonido del tren, recuerda las veces que sus primos lo dejaron en algún sitio de la finca y sobre un caballo galoparon rápido hasta perderse y no le mostraron el camino de regreso, recuerda cruzar grandes charcos de agua para llegar y recuerda no poder decir porque tardo tanto si solo era ir a ver ganado, recuerda que no podía decir que fue olvidado allá lejos para que se lo comiera un animal o se lo robara el hombre grande y negro que hacía cosas.
Algunos días no recuerda, al parecer esas lagunas que cruzo tantas veces se introdujeron muy dentro de él, solo a veces y sin buscarlo recuerda haber sido un niño en un lugar de agua y vacas, con palabras que no entendía, pero si está seguro que ninguna era bonita, el niño que siempre se llenaba los ojos con colores y formas, no recuerda.
Esa época sigue siendo de agua, la que corría por los techos, los riachuelos, la que no era posible sacar del pozo.
Ahora cuando viaja en un recuerdo hasta allá, el agua si sale fácil y moja todo como esos días, sus manos, sus lentes, su camisa y las teclas… fue una temporada de lluvia y soledad, pero ha pasado, al igual que esos días solo debe cerrar los ojos y otra vez mugirán las vacas por la mañana, otra vez sabrá que ya no es ese niño, otra vez deberá olvidar y perdonar, otra vez apartará las palabras del recuerdo…-
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Marco Cañizales.
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