– Oye Ares… ¿Eres un gato feliz?
– Acaso me ves cara de felicidad… Sí eres bien tarado Fluffy. Con razón te pusieron ese nombre…
– Deberías ser un gato feliz… Tienes una Karen que nos ama, que sabemos que no nos va a abandonar, que juega con nosotros. ¡Me tienes a mí, que siempre estoy pendiente de ti! Y según escuché decir a Karen, tener relaciones sociales cultivadas a través del tiempo nos hace felices.
– ¡Ah, no! ¡Bonita cosa! Te tengo a ti, bola de pelos lame culos, que luego viene a querer ensuciarme a mí, que me acicalo todos los días y no tengo mal olor. Y a la tal Karen que le falta coeficiente intelectual para ver que conmigo bastaba en esta casa y perdí mi paz y dominio. La verdad que…, yo lo que amo es dormir y comer y que me dejen ser soberano.
– Sabes Ares. Creo que no te das cuenta de los regalos que te da la vida a cada momento y no quiero vivir como tú. Prefiero ser el tarado que no espera nada y siempre ve magia alrededor, incluso en tu mal humor, pero que también sabe que no morirá con el corazón de piedra y que el día que cierre los ojos para siempre, seguirá viendo maravillas al otro lado del puente.