Ejercicio del uso del flashback

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Amanecí con hambre, como siempre. Tomé un par de huevos de la gallinita de madera donde colocamos los huevos, justo a la par del coffemaker. Ya la sartén estaba caliente y la mantequilla chisporroteaba. Me acordé que todavía quedaba tocineta; la delicia. La busqué, pero no la vi, asi que tuve que rebuscar entre las bolsas de ziplock que contienen las carnes congeladas: el pollo, el salmón… La encontré detrás de la carne molida. La carne molida… Con qué ilusión había organizado todos los planes para el paseo a la montaña con mis mejores amigos aquél día feriado. Yo, como siempre, muerta de hambre, llevaría hamburguesas. Los pancillos redondos, el tomate, la lechuga y la carne molida -esa tiene que ser premium-. ¡Cómo me costó pedir permiso a mi papá!. Me dijo que le preguntara a mi mamá y ella me respondió lo de siempre: “pregúntele a su papá”. Y las tortas de carne, mientras tanto, se quemaban en la sartén. Mi papá, como buen patriarca, finalmente no me dio permiso. Cómo lloré. Qué ingratitud. Finalmente, me harté las seis tortas de carne encerrada en mi habitación.
El ahumado de la tocineta, el aroma del café y dos tiernas yemas -que me miraban desde el plato- avisaron a mis tripas que era hora de desayunar.