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Andrea Fallas.
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enero 7, 2025 a las 9:30 pm #1924
Andrea Fallas
ParticipanteEl decadente día pintaba de gris el elocuente cielo. La solitaria parada de buses albergaba con paciente ternura a las dos mujeres. La taciturna tarde de domingo hacía pasar el tiempo en cámara lenta. Lluvia, tormenta; tristeza, inseguridad. ¡Qué fea está la situación a nivel nacional! Eso pasa porque desde hace años las mujeres vivimos esta situación de discriminación y desigualdad. Tenemos que parar esto, nosotras mismas. Mariana observaba las rodantes gotas caer del cielo. Hoy llueve como aquel día que cumplí quince años. ¡Qué bonita la muñeca de tela, con pelo rojo de lana! Estos diputados de mierda, como la mayoría son hombres, ninguno aprueba una ley que de verdad nos defienda. Lo mismo pasa con los policías y otras instituciones, manada de boludos que nos siguen invisibilizando. Los agresivos granizos se estrellaban contra el pavimento. Tenía los ojos verdes. Las mejillas y la boca bordadas con hilo rojo. Tenemos que empezar por cambiar de mentalidad nosotras mismas. Dejar atrás los mandatos culturales, la sumisión. El incesante clima no daba tregua. Me gustaba cambiarle de vestido. Ponerle medias con vuelos, de las que tenía guardadas como recuerdos de mi infancia. Tenemos que revelarnos, manifestarnos. Cada vez que haya una injusticia, un femicidio, una violación. Tenemos que apoyarnos unas a otras, como lo hacen los hombres en su secreta y bien sólida alianza. La rayería iluminaba con furia el paisaje. Lo que no me gustaba era cuando mi tío venía a jugar de casita conmigo. Mi tío era de mi edad, bueno, unos meses mayor. ¡Ni una más! Ni una más abusada, golpeada, violentada… Eran las cuatro de la tarde, pero parecía ya de noche. Él siempre era el papá. Yo era la mamá. Lo que no me gustaba era cuando jugaba a que nos acostáramos. La primera vez que jugamos así, me dolió muchísimo más que las otras veces. Cada vez que él se unía al juego, me ardía al hacer ninis. ¡Ni una menos! No podemos permitir que otra mujer muera a manos de su pareja. A lo lejos, las anunciantes luces del bus saludaron. También lo hacía con la muñeca. Le dejaba el vestido todo húmedo y sucio. Yo tenía que lavarlo y volverla a cambiar. Le dije a mamá, pero ella no decía nada. ¿Dónde vivís? Al rato podemos hacer un grupo de apoyo. Mariana cruzó sus brazos y empezó a mecer a la muñeca en su mente. ¡Pobrecita, talvez también le duele! El chofer abrió la puerta, la mujer subió. Ella y el conductor volvieron a ver a Mariana, quien tenía la mirada perdida en el horizonte y se mecía con todo su cuerpo.
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