La cascada incesante de sus ojos lavaba todas aquellas penas y miedos que su alma albergaba.
Era una mujer león, desde su infancia la habían herido las personas a su alrededor y le habían hecho pensar que era pequeña, frágil y vulnerable. Cerraba sus ojos y no recordaba ni un solo instante en que hubiese sido feliz. Ese día todo estaba aún más oscuro.
La lanza de la duda le atravesaba el alma. ¿Cómo quedarle bien a todos sin marchitarse por dentro? ¿Cómo ser amada por todos sin perderse a sí misma? ¿Cómo amarse y abrazarse para reconstruirse?
Los signos de pregunta brotaban de la abundante fuente en su cabeza. La hundían más en el lodo de las emociones y poco ayudaban ante la encrucijada que vivía.
Estaba sentada en aquel risco, deseando brincar al vacío y dejar de existir. Sin embargo, su corazón todavía soñaba vida y se aferraba a aquella chispa de fiereza que habitaba en él.
De pronto un hada dragón, voló a su alrededor dejando una estela de chispas que no pudo ignorar. Quería saber que le pasaba a aquella mujer, cuál era el motivo de su tristeza.
La mujer león abrió su corazón. Contó la historia de su vida y sus sentimientos actuales, lo que la martirizaba.
El hada dragón la escuchó por horas, a veces se metía en una burbuja que mágicamente creaba con su varita, pues la cascada de aquellos ojos almendrados y cafés era abundante.
La mujer león quería el punto de vista del hada dragón, quien le dijo con voz alegre y mirada traviesa:
Mira a tu alrededor, simplemente mira,
hay una lluvia de milagros que pierdes de vista
hay una chispa en ti, que soltando las penas avivas.
Busca, ahí en tu interior está la fuerza, solo busca,
ahí encontrarás la magia que hoy por hoy no usas,
eres la mujer león, esa que sola se cura…
Tocó con su varita mágica el corazón de aquella mujer que lloraba, y sonriendo voló al horizonte.
En ese momento la mujer león sintió como se secaba la cascada de sus ojos y encontraba la luz en su interior. Esa que la hizo brillar con la fuerza y coraje que su animal de poder ostentaba. Cambió el rumbo y construyó un nuevo destino… ¡Se encontró!