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Danier Delgado Mata.
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octubre 17, 2024 a las 1:52 pm #1871
Danier Delgado Mata
ParticipanteLa niña elevó su mirada, sus ojos azules, tan azules e intensos como el cielo de esa mañana. Suspiro nuevamente y dejó que el agua brotara, como una cascada bravía, había soportado por mucho tiempo y era hora de soltar. La tristeza guardada por largo tiempo había echado fuertes raíces que ancladas a su corazón le hacían los días grises, semejante a los intensos inviernos que recordaba de niña, allá en otro campo.
El llanto no cesaba, a ratos acompañado de fuertes gritos procurando de esa forma atestiguar su desahogo o quizás era la manera de luchar con su angustia.
De pronto una luz relampagueante causo una herida en sus ojos, sintió frio en su blanco e infantil rostro, se había arrojado al suelo procurando arroparse con el verde manto del potrero, ese que para ella tenía fragancia a regazo de abuela, así le parecía con sus florecillas de adorno, tal cual el delantal que a menudo secaba sus mejillas, acompañado de una tierna y cómplice mirada de su tita. De repente el agua brotaba fuerte desde las oscuras nubes, esas que galoparon rápido a posicionarse sobre la pradera recordando su encomienda de mantenerles verdes y relucientes.
Atrapando bocanadas de aire, la niña ha llegado hasta el porche de la vieja casa ya sus azules ojos no tenían competencia, el cielo había tornado a gris como el sentimiento que ella procuraba dejar sembrado en el fondo del potrero, pero hasta aquí le ha seguido y le brotan raíces como la mala hierba que apaña el roble del patio, con florecillas y todo, pero tan dañino como un silencioso cáncer, así se le presenta sin emitir palabra, mudo, solo se deja sentir con sus estragos.
Lentamente ingresa y se arrima a la cocina de leña, procura espantar el frío y secar sus ropas, la catarata manada de sus ojos se hizo una con la lluvia, no podría decirse que estuvo presente. Ahora su mirada azul compite con el amarillento fuego, todo es un revoloteo en su cabeza, la lluvia grita estrellándose en el techo, su canto metálico hace ritmo con el chisporroteo del fuego. Aparece el delantal floreado y nuevamente se pasea por sus mejillas infantiles, como lo ha hecho antes, le besa una sonrisa cómplice y esa mueca adorna el lugar.
Otro día bajo esa lluvia, otro día gritando y compitiendo con los truenos de la montaña, otro día con el azul apagado.-
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Marco Cañizales.
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